Hace tiempo que no pensaba en la teoría literaria. Entendía lo que era metáfora para alguien como yo, que iba a ser médico. Una metáfora es como una prótesis, es un reemplazo de algo que tiene sentido inmediato con algo que no se entiende o que es oscuro. Los símbolos son reemplazos a medio camino, son prótesis en proceso de ser útiles. Lo ideal es que la metáfora es visual, es un reemplazo de algo que vemos por otra cosa igualmente visual. El símbolo, sin embargo, no es una imagen, sino un proceso en el tiempo con causa y efecto. Es tambien un reemplazo, pero no de algo visual sino de un proceso lógico. No una imagen por otra sino de una regla por otra, un orden por otro orden. Lacan no explica bien la metonimia, que es un choque entre dos órdenes completamente no relacionados, dos clases de cosas que no tienen nada que ver una con la otra. Ejemplo de metonimia que nos daban eran dos palabras parecidas, elíptica y ecliptica, que sólo por el detalle de esa letra añadida, se parecen pero no están ni lejanamente relacionadas de sentido. Elíptico es algo escamoteado, escondido. Eclíptico es algo desnivelado, fuera de sitio. Pero este es un caso extremo de metonimia. Suelen ser raras en la literatura. Pessoa tiene una explicación de la metonimia que es famosa, pues compara la metonimia con una escalera. Son dos pisos que no tienen nada que ver uno con el otro, pero existe la escalera. Tambien es una explicación extrema, aunque más positiva.
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