El escritor Cezanne Cardona no podría ser objeto de un comentario crítico mesurado de mi parte. Nació el mismo año en que yo ingresé a la Universidad y estudió en el mismo Departamento de Comparada en donde yo estudié. Debe haber visto los mismos pasillos, las mismas escaleras y las mismas caras que yo vi cuando tenía su edad. Sin embargo, puedo hacer un comentario literario y artístico, por lo que me evoca su obra de primera intención. Me pasa con Cezanne lo que me pasa con Néstor Rodríguez, el autor de la colección de cuentos Litoral. A él porque es mucho más joven que yo y a Rodríguez Escudero porque nunca lo conocí en persona y no esperaba que iba a sentir tanta admiración personal por su libro. En la escuela me machacan a López Ramírez, pero en realidad me queda lejos espiritualmente. Casi toda la generación del Setenta y la de René Marquez, aunque la leí, nunca la pude comprender muy bien. La hacienda, que es el tema de todos ellos, me quedaba lejos. En cambio la urbanización, que es el escenario de Cardona, me queda cerca y puedo identificarme con los personajes de los que habla. Rodríguez Escudero tiene un cuento sobre su novia que me sorprende por lo mucho que dice sobre los estudiantes de literatura. Tenía las mismas experiencias que yo, se hacían listados telefónicos en las clases reunidas para que se comunicaran los unos con los otros, igual que ahora se hacen listados de direcciones electrónicas, en las clases de romance arturiano, para ver si salimos unos con otros y hacemos amistad. Rodríguez Escudero, aunque escribió sobre el mar y los pescadores, tiene alguno que otro cuento como el de su novia Evelyn que ya habla sobre cosas que pasan hoy en día.
El fenómeno de Cezanne me llama la atención porque aunque estaba cerca de mí en todo el sentido de la palabra, nuestra relación es virtual. He conocido escritoras que quizá lo conocen, como Vannesa Vilches, y que es una señora de mi edad. Me llama la atención porque conocí en persona a muchos escritores de diferentes épocas. Méndez Ballester lo conocí anciano de 80 años, en la placita que queda frente al Hospital Presbiteriano y leí su novela Isla Cerrera. De todos los que conocí en persona, fue el que más me llamó la atención porque se parecía físicamente a William Burroughs, uno de mis autores predilectos. Cardona me llama la atención de la misma manera, más como persona o ser humano que por el hecho de que escribamos libros.
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